Lo más impresionante es que dentro de los panteones los ataúdes no suelen tapiarse con lápidas y son visibles desde fuera; incluso hay puertas abiertas que permiten ver féretros que llevan allí más de cien años.
El cementerio de Prazeres fue siempre de ricos y famosos, por lo que la exuberancia en la decoración fúnebre está garantizada.
Un cementerio así sólo es posible en una ciudad como Lisboa.
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