Esta romería se celebra en la parroquia de San José de Ribarteme y es en honor de Santa Marta. Cuenta la tradición cristiana que esta mujer siguió a Cristo hasta el Calvario y que también fue ella la que lo avisó cuando Lázaro enfermó, por lo que está vinculada a su resurrección.
La santa es abogada de todos los que están en peligro de muerte, por ello los devotos acuden con mortajas o dentro de los ataúdes solicitando que la santa los libre de la muerte o agradeciendo este favor ya prestado con anterioridad. A lo largo del día hay sucesivas misas y cada vez que los ofrecidos se acercan a la capilla, van doblando las campanas a muertos y se escuchan oraciones por parte de los romeros.
La vida y la muerte forman parte de una realidad que envuelve a los hombres desde que nacen y por tanto el agradecimiento por no haber muerto a pesar de un peligro que nos atenaza es un motivo de alegría y de celebración el 29 de julio.
A las 12 del mediodía, la parroquia pontevedresa de Santa Marta de Ribarteme arde en fervor de los fieles que se apostan ante las puertas de una iglesia parroquial abarrotada por la multitud. En su interior la ente se disputa un espacio ante el altar donde se encuentra una de las vírgenes más venerada de la Comunidad Gallega. Cientos de devotos que como todos los años intentan ofrecer a la Virgen un sacrificio, una ofrenda bien distinta para cada uno de los congregados.
Finalizada la eucaristía donde se pide por los enfermos, los devotos que abarrotan la iglesia tocan las campanas y salen a su singular paseo, metidos dentro de ataúdes abiertos. Los ‘amortajados’ lo hacen por devoción y para agradecer el milagro de estar vivos, normalmente porque se han recuperado de una enfermedad de vida o muerte, en tanto que grupos de personas entonan canciones de ofrenda. Cuando la procesión termina, los ataúdes son subastados y las ganancias se destinan a la cofradía de la Virgen.
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