El cementerio de los poetas, en Roma, Italia, es también conocido como el de los protestantes o los no católicos. Puede decirse que paseando entre sus tumbas estaremos visitando un auténtico museo al aire libre, pues al margen de los literatos que aquí yacen, cuenta con esculturas de auténtica belleza, como la que se levanta sobre la tumba de Emelyn Story, un ángel que llora sobre la lápida cubriéndose el rostro con el brazo.
Aunque uno de sus nombres es cementerio protestante, no sólo ellos tienen acogida en él, pues aquí yacen judíos, ortodoxos, suicidas y extranjeros que no tenían cabida en tierras consagradas. De hecho en sus comienzos los entierros debian realizarse en la noche para proteger la integridad de los dolientes y tuvo que rodearse por un foso el camposanto para evitar que fuera profanado por católicos fanáticos.
A la sombra de la Pirámide Cestia, construida en el año 12 a. C. como imponente sepulcro para el pretor romano Cayo Cestio, descansan los restos de cuatro mil almas. Debido al alarmante abandono que sufrió los últimos años, en en 2006 pasó a formar parte de lista del Fondo de Monumentos Históricos del Mundo, que agrupa los cien lugares que corren más peligro.
Sin embargo a día de hoy parece que ha superado sus problemas, gracias en parte a donaciones privadas y a la pequeña cuota que se exige a los visitantes y turistas que quieren pasear entre sus tumbas: 2 euros, que se pagan con gusto para contribuir a que mausoleos, lápidas caminos y estatuas recuperen su esplendor de tiempos pasados.
“Pensar que uno puede ser enterrado en un lugar tan dulce, hace que uno se enamore de la muerte”, escribió tras visitar el camposanto Percy Shelley , esposo de la autora de la novela de Frankenstein, Mary Shelley. Poco después el escritor se ahogó en las costas del mar Tirreno frente a la Toscana. Respetando sus deseos, las cenizas del poeta inglés fueron enterradas aquí.
Gregory Corso, poeta de la generación beat estadounidense, su compatriota Richard Henry Dana, el novelista italiano Carlo Emilio Gadda, el filósofo comunista Antonio Gramsci, el pota inglés John Keats, Aleksandr Ivánov, pintor ruso, Gottfried Semper, arquitecto alemán o la novelista estadounidense y amiga de Henry James Constance Fenimore Woolson, descansan es este lugar.
Pero una de los sepulcros más llamativos de todos es el del poeta británico John Keats. A su tumba sólo se llega con la ayuda de un mapa, pues según su voluntad no quería que apareciese su nombre en la lápida que lo sepultara, sino el siguiente epitafio: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua”. Otra tumba sin nombre es la de August von Goethe, hijo de Johann Wolfgang von Goethe; Su sepulcro presenta un medallón de bronce de Bertel Thorvaldsen.
El cementerio de los poetas es gestionado por las embajadas de 14 países que tienen allí enterrados a importantes compatriotas y porque, además, el cementerio está abierto a que aquellos extranjeros que residen en Roma puedan solicitar descanso eterno entre sus tumbas. Mientras tanto, habrá que conformarse con visitarlo estando vivo, un lugar lleno de misterio y silencio donde perder la noción del tiempo durante unas horas.
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